Héroes Anónimos

Por Gabriel Vaca

Dedicado a Bayardo Bolaños y Salomón Ruales, y a la labor de la Cruz Roja

Durante la infancia, soñé varias veces con convertirme en uno de aquellos altruistas seres de brillantes trajes, calzoncillos sobre los pantalones y largas capas, que se encargaban de proteger a los más necesitados, y de acabar con los malos, y si es necesario arriesgar su vida para logarlo, confiando que ellos cumplían el papel de ángeles que nos cuidaban, interesados en conservar el afable equilibrio del mundo, pero conforme uno va ganando conocimiento y con los primeros razonamientos, terminé descubriendo que no eran más que producto de la imaginación de algún genio creativo, y que solo existían en el mundo de la ficción y los dibujos animados.

Me pongo a mirar la Televisión, y entre propagandas absurdas, bonitos rostros y superficiales frases, por fin el clickeo del control remoto se detiene en el noticiero, pero mientras lo observo reflexiono: cuál sería interés de mi profesor del colegio, de que uno esté siempre enterado de las noticias, si cada vez que las veo, encuentro desgracias, injusticias, robos, asaltos, desastres naturales, accidentes, enfermedades y problemas, y me dan ganas de cambiarle el nombre del programa de “Las Noticias” a las “Malas Noticas”, parece que mi profe lo que quería era convertirme en un ser desconfiado y preocupado por lo que le pasa al resto, o quizá quería que me diese cuenta de que la tele solo es un espejo donde nos miramos todos y al mirarnos nos reflejamos. Intentando escapar de tan profundos razonamientos, me encamino a la calle, como pretendiendo olvidarme de todo lo que vi y pensé, engañándome a mí mismo de que eso solo les pasa a otros y muy lejos de aquí, y mejor me pongo a pensar en romances, en mi peinado, en lo que me gustaría tener, en lo que le envidio a mi amigo, en la ropa que me puse, en como huelo, como me veo, y lo que los otros piensan de mi, de esa manera esfumo los rostros de dolor sufrimiento y pobreza que me estaban haciendo sentir culpable.

Metido en mi propia burbuja, trato de esquivar la realidad en la que vivimos, pero es necesario tan solo un descuido, un resbalón, un pestañeo para darme cuenta de que la verdad es otra, lamentablemente, es inevitable que la gente maltrate a los suyos, que se enferme, que muera, que se víctima de la inequidad, o que la naturaleza se desquite con los menos indicados, y se despierta dentro de mí la ira, o tal vez la impotencia de no poder hacer nada, y otra vez me encuentro taciturno, pero esta vez pensando en el utópico sueño de paz mundial, sueño que es asesinado cuando me entero de que otra persona más está sufriendo, y me sumerjo en un mar de desesperanza, creyendo que en este mundo no hay ya lugar para el amor, la solidaridad y la felicidad, creo que han sido suficientes desilusiones, ni existen los héroes de los dibujos animados, ni tampoco la gente buena, nadie hace nada por nadie gratis.

Luego, como si se tratara de un vaso de agua en el mas yermo de los desiertos, o el haz de luz en la mas aciaga oscuridad, me di cuenta de que si existen los héroes, que se sacrifican por el resto, y lo que es peor, nadie los reconoce, son anónimos, quizás piensen como Voltaire: “Un instante de felicidad vale más que mil años de celebridad”.

Pero puede que esto tenga una razón, por que pensemos; que sería de Bruce Wayne si se hubiese sabido que era Batman, o de Clark Kent si se supiera que es Superman, creo que eso de la doble personalidad en los héroes es un problema, pero los héroes de los que hablo, al igual que ellos defienden un ideal y se proyectan a través de un símbolo.

Puedo decir que estos héroes de carne y hueso, aunque no tienen superpoderes parecen tenerlos, son capaces de permanecer despiertos toda la noche y seguirlo durante el día, comer poco y mal, o no comer, cobijarse de un uniforme sin mayor protección y pretender no tener frío, confiar de que ese uniforme les ampara de los accidentes y la imprudencia como si se tratase de una armadura, olvidarse de que sienten cansancio y sueño, viajar largas distancias y llegar lo antes posible, su entrega por el prójimo es tal, que son capaces de dejar a un lado la familia y los amigos para acudir al llamado, olvidarse de su propia tranquilidad, olvidarse de que también son humanos, y que tienen necesidades, olvidarse de que en este mundo es más importante el dinero, y a pesar de todo esto conservan siempre la sonrisa, llevan alegría y consuelo a los que lo necesitan, alivio a los heridos, transmiten seguridad a quienes los rodean, prestan auxilio a quienes lo necesitan, lo soliciten o no. Quizás son algún tipo de seres que se alimentan de cuando las personas se sienten agradecidas, bueno, pensándolo bien, hay muchas personas que no les dicen ni “gracias”, es posible que se satisfagan solo con el sosiego de quienes ayudan y la sensación de hacer lo correcto, sin esperar nada más.

Es tan grande su fortaleza, que no le temen a las grandes alturas, a las más oscuras aguas, a las más alejadas montañas, tenebrosos edificios caídos, interminables precipicios, se enfrentan a la naturaleza con sus huracanes y terremotos, arrebatándole de las manos la vida de muchas personas a la muerte, o llevando una chispa de esperanza a quienes están a punto de sumergirse en el pantano de la más lúgubre y sombría tristeza. Son capaces de guardarse su aflicción y tragarse sus lagrimas, cuando ven a un inocente que llora y no encuentra consuelo cuando ha perdido todo, o cuando un niño a perdido a sus padres, cuando una mujer ha perdido a su esposo, cuando en medio de sangre y fierros retorcidos, alguien ha perdido un ser querido, para poder trasmitirle algo de la calma que quizá ni ellos mismo sienten, pero demuestran.

Están siempre disponibles, aprendiendo lo necesario para evitar cometer errores a la hora de rescatar a alguien de las calamidades físicas o espirituales, a una llamada de distancia, y repartidos por todo el orbe, creo que donde haya una persona necesitada de ayuda, allí va a estar uno de estos héroes, aunque a veces creo que al ser humanos también, no les sea posible asistir a todos los que lo solicitan, lo bueno que siempre están dispuestos a recibirnos en su equipo, sin importar la edad, el sexo o el color de la piel, solicitándonos tan solo que dejemos emanar de nosotros el innato sentido de humanidad que yace en el fondo de nosotros, y nos predispongamos a sentir una felicidad extraña, no la que proviene del dinero o de los placeres materiales, sino la que proviene de la satisfacción de hacer algo bien.



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