Sobre el nuevo mural
Por: Carlos Alberto Cahuasquí Cevallos
Fuente: La Síntesis del espejismo
Las ciudades desarrollan centros y periferias con sus propios códigos. La periferia está asociada con la marginalidad y la delincuencia, y el centro con otras estéticas legitimadas desde el poder. Esto se aprecia en el retraso de la obra pública en ciertos barrios, y en la emergencia de un arte subalterno o alternativo.
Desde el inicio de la segunda mitad del siglo pasado, el arte de museos y galerías exclusivas comenzó a rechazar el intelectualismo iluminista, lo que devino en la explosión de una serie de manifestaciones artísticas urbanas que hasta ahora, desde su nicho, luchan por su visibilización. Esto implica un rebatimiento democrático del concepto ortodoxo del arte, en oposición a los criterios conservadores que suelen diferenciar el arte “puro” del arte “callejero”.
Quizá con ideas similares, un grupo de jóvenes realizaron dos murales en el centro de Ibarra. Estas pinturas, que dicho sea de paso no representan ningún atractivo, se encuentran en una manzana desde donde se legitima e institucionaliza los espacios de participación, pues acoge la Gobernación, el Municipio y el ex cuartel militar; y para más señas, estas pinturas se encuentran frente a calles regeneradas, ante lo cual se debe tomar en cuenta que la estética de las regeneraciones urbanas conlleva lógicas de ocultamiento (léase violencia simbólica o discriminación) de todas las expresiones de pobreza y exceso como ventas ambulantes, prostitución, mendicidad y goce nocturno.
Por ello, el hecho de haber escogido estos sitios no es de balde, pues ratifica la necesidad urgente de visibilización y plantea la posibilidad de re-semantizar y re-contextualizar la ciudad con una nueva política, a través de la participación en los espacios relegados a las marginalidades; se trata de un intento de reajustar la ciudad hacia la incorporación de otro tipo de identidades tradicionalmente relegadas de los procesos de desarrollo.
finesymedios@hotmail.comDesde el inicio de la segunda mitad del siglo pasado, el arte de museos y galerías exclusivas comenzó a rechazar el intelectualismo iluminista, lo que devino en la explosión de una serie de manifestaciones artísticas urbanas que hasta ahora, desde su nicho, luchan por su visibilización. Esto implica un rebatimiento democrático del concepto ortodoxo del arte, en oposición a los criterios conservadores que suelen diferenciar el arte “puro” del arte “callejero”.
Quizá con ideas similares, un grupo de jóvenes realizaron dos murales en el centro de Ibarra. Estas pinturas, que dicho sea de paso no representan ningún atractivo, se encuentran en una manzana desde donde se legitima e institucionaliza los espacios de participación, pues acoge la Gobernación, el Municipio y el ex cuartel militar; y para más señas, estas pinturas se encuentran frente a calles regeneradas, ante lo cual se debe tomar en cuenta que la estética de las regeneraciones urbanas conlleva lógicas de ocultamiento (léase violencia simbólica o discriminación) de todas las expresiones de pobreza y exceso como ventas ambulantes, prostitución, mendicidad y goce nocturno.
Por ello, el hecho de haber escogido estos sitios no es de balde, pues ratifica la necesidad urgente de visibilización y plantea la posibilidad de re-semantizar y re-contextualizar la ciudad con una nueva política, a través de la participación en los espacios relegados a las marginalidades; se trata de un intento de reajustar la ciudad hacia la incorporación de otro tipo de identidades tradicionalmente relegadas de los procesos de desarrollo.
Fuente: La Síntesis del espejismo